Aunque la pandemia del COVID-19 ha afectado seriamente la salud y el bienestar social y económico de millones de personas a nivel global, ha impactado de manera diferenciada y desproporcionada sobre las mujeres. Ello se debe en parte a que, las mujeres han partido de peores condiciones para enfrentar esta crisis, dada su menor participación laboral, mayores índices de desempleo y concentración en sectores vulnerables y de baja productividad. De hecho, datos previos a la pandemia del Foro Económico Mundial, ya señalaban que la brecha global de género tardaría casi un siglo en cerrarse, señalando el ámbito económico como el de mayor rezago.

Además, a diferencia de crisis anteriores, en esta ocasión las medidas astringentes de control del brote han afectado profundamente a los sectores más feminizados como, por ejemplo, los servicios de alojamiento y alimentación, el comercio mayorista y minorista, las actividades inmobiliarias, comerciales y administrativas y la industria manufacturera. En América Latina concretamente, alrededor de un 60% de mujeres se encuentran ocupadas en sectores en los que se prevé un mayor efecto negativo en términos del empleo e ingresos.

De hecho, los datos señalan que, en América Latina y el Caribe, los confinamientos voluntarios y obligatorios han supuesto que el 33% de las mujeres que trabajaban antes de la pandemia, no pudieran salir a trabajar, generando una pérdida de ingresos laborales del 22% para las mujeres y un aumento en el desempleo femenino que se estima alcanzó el 22% en 2020. Asimismo, la disminución de la actividad económica ha tenido repercusiones particularmente graves sobre las medianas y pequeñas empresas de esta región, conformadas en un alto porcentaje por mujeres, ya sea como empleadas o propietarias de MYPIMES. Según proyecciones del Banco Mundial, en América Latina, las PYMES propiedad de mujeres tienen un 11% más de probabilidades de cerrar, que aquellas que tienen propietarios hombres.

La crisis del COVID-19 ha supuesto, por tanto, que a las desigualdades de género estructurales se sumen nuevos retos coyunturales, que amenazan con retroceder los avances logrados hasta el momento, especialmente en materia de empoderamiento y autonomía económica de las mujeres.

Asimismo, cabe señalar que la pandemia ha puesto en relieve con inusitada fuerza la importancia de los cuidados para la sostenibilidad de la vida humana, así como su desigual e injusta distribución. Las mujeres que ya antes de la pandemia dedicaban el triple de tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados, han visto esta carga disparada como resultado de la saturación de los sistemas de salud y el cierre de los centros escolares y centros de día de personas adultas mayores; implicando importantes consecuencias negativas para su salud física y mental, así como a sus esfuerzos para conciliar la vida familiar y profesional. Ante este contexto, la igualdad de género ha de ocupar un papel central en las estrategias y planes de recuperación, tanto en el ámbito de las economías como de las empresas.

En esta apuesta por la igualdad, la innovación y la tecnología juegan un papel determinante y ofrecen oportunidades sin precedentes para romper tendencias y asegurar que las desigualdades y brechas de género no se profundicen. Algunos de los ámbitos estratégicos a considerar en este sentido incluyen promover la educación de las niñas y mujeres en materias STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas); eliminar las brechas de género existentes en el acceso y uso de las TIC; invertir y llevar a cabo acciones dirigidas a impulsar un mercado de la innovación que promueva la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas; fomentar la innovación y el espíritu empresarial entre las mujeres e invertir en innovaciones, intraemprendimientos y tecnologías que respondan a las necesidades de las mujeres y/o contribuyan a avanzar la igualdad de género.